En una generación donde la confusión sexual y relacional es cada vez mayor, necesitamos volver a una pregunta fundamental: ¿Qué tenía Dios en mente cuando creó la sexualidad y las relaciones humanas? La respuesta no está en las ideologías ni en las experiencias humanas, sino en el diseño perfecto que Él estableció desde el principio.
Dios no improvisó. La sexualidad y las relaciones no son un error ni un problema a controlar, sino parte de un propósito divino que busca reflejar su amor, unidad y verdad en nuestras vidas.
La sexualidad no es un enemigo
Durante años, dentro y fuera de la Iglesia, hablar de sexualidad ha sido sinónimo de vergüenza, culpa o silencio. Pero la Biblia no esquiva el tema. Dios es el creador del cuerpo, del deseo, del placer, de la unión entre un hombre y una mujer en el marco del compromiso y la honra. Y todo eso es bueno.
El problema no es la sexualidad, sino lo que el pecado hizo con ella. El desvío no invalida el diseño. Lo distorsiona. Pero volver al diseño es posible, necesario y glorioso.
Relaciones que reflejan su imagen
Desde el principio, Dios diseñó al ser humano para vivir en relación. “No es bueno que el hombre esté solo” no fue solo una afirmación matrimonial, sino una declaración de que fuimos creados para comunión, alianza, y entrega mutua.
Cuando entendemos que nuestras relaciones deben reflejar el carácter de Dios —su fidelidad, su verdad, su servicio— dejamos de usarlas para llenar vacíos y comenzamos a vivirlas como espacios de edificación, no de destrucción.
Restaurar el diseño en medio del caos
Quizás viviste experiencias que desfiguraron tu entendimiento de la sexualidad o sufriste relaciones marcadas por abuso, dependencia o pecado. El mensaje de hoy no es condena, sino esperanza: la restauración es posible. No para volver al pasado, sino para alinearnos con el presente eterno de Dios, donde su diseño sigue vigente.
El Evangelio no solo perdona, transforma. Y en ese proceso, Jesús quiere enseñarte a vivir tu sexualidad y tus vínculos desde la verdad, la libertad y el amor que sólo su diseño puede ofrecer.